CATEQUESIS DE MAGISTERIO Y OTRAS
CATEQUESIS DE MAGISTERIO DE LA IGLESIA

Retablo parroquia de San francisco Javier. Shangai,China
INTERVENCIÓN DE KIKO ARGÜELLO
LA BELLEZA QUE SALVA AL MUNDO
V CONGRESO CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA
Fundación Universitaria San Pablo-CEU. 15 de noviembre de 2003. Madrid
Índice
1.- Algunas pinceladas de mi propia experiencia
2.-En la estética hay una profundo secreto que es el amor
3.-La belleza de la nueva evangelización
4.-La belleza del Pueblo de Israel
5.-La belleza de la Iglesia, la nueva Jerusalén
6.-La belleza del amor de Cristo
7.-En el Umbral de una nueva era
1.- “Algunas pinceladas de mi propia experiencia”
“¿Me permitís que hable de pie? Primero tengo que deciros que yo no soy ningún conferenciante. Al principio dije que no a esta invitación precisamente porque no me siento conferenciante, pero después el obispo me llamó y estoy aquí, me siento un poco violentado. De todas maneras, estoy aquí confiando en que el Señor me ayude, que Él venga, me preceda su espíritu y que a algún hermano hoy de los que estáis aquí presentes le pueda servir mi palabra a través de lo que el Señor me pueda inspirar.
He elegido este tema, la belleza que salva al mundo, estamos en una Universidad… Vosotros sabéis que fue Dostovieski el que dijo la frase “la belleza salvará al mundo” en la obra El idiota. El príncipe pregunta qué belleza salvará al mundo y Dostoyevski mismo responde: “Cristo, no hay otra belleza en el mundo que pueda salvarlo, sino nuestro Señor Jesucristo”.
Yo, como sabéis, soy pintor, he estudiado Bellas Artes en Madrid. Dios me permitió que tuviera una crisis profunda, existencial, de fe. Tuve un premio extraordinario nacional que me llevó a hacer exposiciones. En aquel momento estaba completamente en una situación de absurdo, a través de un grupo de teatro que teníamos en Bellas Artes. Conocí allí todo el teatro de Sartre y encontré en Sartre una respuesta a toda la problemática que yo tenía entonces como joven que se encuentra con los problemas fundamentales de ser persona, en relación al mundo, en relación con la injusticia. Yo decía “cómo tengo un sentido de justicia si me encuentro en un mundo lleno de injusticias”. El ambiente que había entonces en Bellas Artes era un ambiente de izquierdas, casi todos mis amigos eran comunistas. Yo no me hice comunista porque quizás Dios me ayudó. Yo les decía “no comprendo cómo podéis pensar en un paraíso comunista, sin injusticias, si no sabéis dar respuesta a la injusticia de la Historia. Porque yo siento dentro un sentimiento de justicia total, no para algunos. Es más, me gustaría que cuando hayáis creado un paraíso donde no haya injusticia, me gustaría entonces poner una bomba porque no tenéis derecho a vivir en un paraíso de ese tipo si no dais una respuesta a todas las injusticias de la Historia, a los negros que fueron cogidos de África y llevados en barcos y muertos en las bodegas…”
Sobre la belleza que salva al mundo, bueno… después digo unas cosas brevísimas de mi propia historia… En aquel momento yo tuve una crisis, cuando me di cuenta de que salí en la televisión y los periódicos hablaban de mí... me di cuenta de que realmente todo esto me dejaba absolutamente vacío… yo no tenía sentido. Mi ser persona no tenía sentido. Quién soy yo, quién me ha creado, por qué existo, dónde estoy. Me di cuenta rápidamente de que tenía que aceptar, como decía el existencialismo de entonces, que yo no había existido, que hoy existía y que mañana tendría que dejar de existir, sin tener que inventarme ningún cielo, ningún opio… sino vivirlo realmente, con valentía. Y así intenté vivir. El cielo se me hizo de cemento. Me encontré como una cloaca debajo y las cosas perdieron todo el sentido. Encontré el sentido en lo que decía Sartre: la verdad es el absurdo. Todo es absurdo. Intenté vivir coherentemente con esto, dándome cuenta… porque yo me levantaba y decía “vivir ¿para qué?…¿para pintar…? ¿y pintar para qué…? ¿para qué? ¿para ganar dinero? ¿y ganar dinero para qué…?”
Y así comprendí… lo siento, vine anoche de Italia y me tengo que marchar rápidamente para allá y se me escaparán algunas palabras en italiano. El lunes comienza la Plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana y hemos sido invitados como Camino Neocatecumenal porque se va a hablar de la parroquia, qué tipo de parroquia para el tercer milenio y hemos sido invitadas las realidades eclesiales, los responsables, y estamos preparando esto porque hace unos días que nos lo han comunicado...
No sé qué estaba diciendo… Ah! Entonces estaba diciendo que yo me di cuenta rápidamente que no sabía hasta qué punto resistiría, si matarme cuando no aceptas más la vida, cuando la vida no tiene más sentido… Yo estaba sorprendido viendo cómo la gente era capaz de vivir sin dar respuesta, sin preguntarse, sin responder a esta pregunta: “¿estamos solos en el Universo o no estamos? ¿existe Dios o no existe?”. Para mí era una pregunta fundamental. Pensaba que quizás soy demasiado narcisista, no soy capaz de vivir... la gente a lo mejor vive normalmente sin que esto sea algo tan profundo, sin que le incomode, viven y basta. Quizás habría que vivir así pero yo no era capaz. Dándome cuenta que quizás un día cuando no resistiera más la existencia, me quitaría la vida, fui ayudado… algo me ayudó. Leyendo a un filósofo que se llama Bergson… Bergson dice una cosa que me ayudó como un rayo de pequeña luz, en una situación… Si uno intenta vivir existencialmente con coherencia, en un ateísmo total de la existencia, el no sentido… Y de Pascal, que hay el cincuenta y el cincuenta por ciento, Dios existe y Dios no existe… Pero en sea situación, decía Bergson, que “la intuición es un medio de conocimiento de la verdad superior a la razón”. Supongamos que Bergson tiene razón. Y que la intuición es un medio de conocimiento de la verdad superior a la razón… De pronto descubrí… Yo soy bastante racionalista, mi segundo apellido es Wirtz, posiblemente de origen alemán, aunque mi abuelo era inglés… De pronto descubro que algo dentro de mí no estaba de acuerdo con el absurdo de la existencia.
Entonces, si hay una intuición dentro de mí que viene sofocada por mi razón quiere decir que Dios aparece en mi horizonte como una posibilidad. De ahí pasé a intentar llamar a este Dios… Yo estaba dispuesto… Bueno yo soy pintor… yo hablo un poco como los impresionistas, con pinceladas, no soy demasiado sistemático… Quizás es más eficaz para muchos de vosotros como voy a hablar… ¿Se oye bien…? Es que estáis tan calladitos, chicos… Es un poco impresionante… No sé que estaba diciendo… Eso, la intuición… Estaba hablando de Bergson, de la intuición… Al mismo tiempo me acuerdo que en Bellas Artes había un sacerdote que pintaba en mi clase. Yo me acerqué a él e intenté… Me di cuenta que intenté creer… Otra sorpresa que tuve: no podía creer. Porque hablaba con este cura, que era un chico inteligente, un sacerdote, y todo lo que me decía lo consideraba… No me convencía para nada… Pamplinas. Me parecía todo una construcción absurda, me di cuenta de que no era fácil creer auque yo quisiera creer… Percibía que mi vida se podía acabar… Había cogido mi vida en peso, la vida real y me encontraba en una angustia existencial profunda. Tenía que responder a mi ser persona, a mi ser en el mundo.
Después de esta pequeña luz que aparece con la intuición me di cuenta que descubro dentro de mi que en el fondo yo sofocaba mi intuición. Había una parte de mi que no aceptaba que toda la realidad del Universo fuera absurda. Hay una belleza en la naturaleza y un eco, el universo, el ser… Hay algo. Entonces, si Dios existe...Yo estaba dispuesto a aceptar cualquier Dios, a hacerme protestante, budista. Pero el problema era mucho más profundo. Entonces, después de este proceso de descendimiento llegué hasta un momento límite. Quizá Dios había hecho este recorrido conmigo para hacerme lo suficientemente humilde para aceptar llamarlo, convocarlo. Tuve ahí una experiencia muy seria, porque me acuerdo que llamando a Dios, llamándole y diciéndole: si estás, si existes...
Una vez entré en una Iglesia y me sorprendió. Tengo que decir que mis padres eran católicos. Mi madre tenía muchísima fe, mi padre iba a misa el domingo y basta. Sin embargo, me di cuenta rápidamente de que lo que me habían enseñado en la escuela, en la primera comunión, no me servía cuando entré en la Universidad. Yo tenía como formación un trajecito de la primera comunión que rápidamente me lo quité cuando me hice adulto, porque no me respondía. No había tenido una real formación, no sabía responderme, no podía. Entonces en esta circunstancia llamé al Señor, llamé a Dios. Decía también, como otra pincelada, que una vez entré en una Iglesia y me sorprendió (la Iglesia del Carmen, me parece, allí cerca de Sol); entré y me sorprendió que la Iglesia estaba llena de mujeres ancianas, llena de viejos, como si hubieran abandonado la Iglesia los artistas, los jóvenes, y quedaran unos viejos. Aquello me tocó; entonces, decía, convocando al Señor de pronto sentí dentro de mí que Dios existía. Me acuerdo que lloraba, que empecé a llorar y me salían lágrimas a chorros y jamás había yo llorado así, que me salían lágrimas en abundancia, no sabía qué era eso. Me pregunté: ¿por qué lloro? Comprendí rápidamente por qué lloraba; es como un condenado a muerte que lo van a matar y está aterrorizado porque lo van a matar y cuando lo van a matar le dicen de pronto “estás libre”.
Porque mi problema era uno sólo, si Dios es, yo soy. Pero ¿cómo puedo yo saber que Dios es? No me bastaba la razón, no me bastaban los libros, necesitaba algo más. ¿Cómo se puede conocer realmente a Dios? Ahora lo sé: mediante la fe. Y ¿qué es la fe? Dice San Pablo que el espíritu de Cristo da testimonio a nuestro espíritu. Yo tuve este encuentro, un encuentro… O sea, yo creía. Dios estaba ¿no? Pero no lo decía mi razón, no lo decía mi intuición. Yo lo sentía dentro como algo real, existencial. ¿Quién me afirmaba que Dios existía? El espíritu de Cristo da testimonio a nuestro espíritu que Dios es y que me ama. Y no solamente dice San Pablo eso, sino que somos hijos de Dios. Me bastaba que Dios existiera. Y, curiosamente, el Dios que encontraba dentro de mi, que me sentía amado, reconocí en él a Cristo, a Jesucristo. A ese Cristo al que habían abandonado los artistas y los intelectuales y le quedaban unos cuantos viejos, ancianos, las viejas, le quedaban gente pobre.
Después de esto, del encuentro... entonces Dios existía, entonces yo nacía de nuevo, todo cambiaba para mí. Me acuerdo que me acerqué a un sacerdote y le pregunté, le dije que quería ser cristiano. Y me dijo: “¿usted no está bautizado?” Digo sí, sí, estoy bautizado. ¿Cómo? ¿Y ha hecho la primera comunión? Entonces.. qué, quiere usted que le confiese. Pero yo me daba cuenta que necesitaba una formación cristiana que no tenía. Yo le preguntaba a este cura que quería ser cristiano, y no me entendía; creía que se es cristiano confesándote. Entonces, este señor, este cura, entendió ya un poquito y me invitó a hacer cursillos de cristiandad, hice cursillos de cristiandad, me invitaron a la escuela de profesores de cursillos. Había un sacerdote entonces en Madrid muy bueno, que me puso en contacto con la Escritura. Empecé a dar cursillos y di el primer cursillo en Ceuta. Di cursillos en Cáceres. Empecé a dar cursillos de cristiandad, como profesor de cursillos. Me ayudaron los cursillos porque me quitaron muchos prejuicios que tiene uno contra la Iglesia; yo estaba lleno de prejuicios contra el Vaticano, contra la Iglesia, participaba en toda la cultura de entonces de la Universidad.
Entonces, cambió mi vida. Rápidamente cambió la pintura, empecé a hacer pintura religiosa, fundé un grupo de arte sacro que se llamó Gremio 62. Hicimos una gran exposición en la Biblioteca Nacional, pagada por el Ministerio de Cultura. Después fui invitado a representar a España en una exposición internacional de arte sacro en Francia. Intentamos hacer un grupo de artistas para renovar un poco el templo, la Iglesia, porque nos dimos cuenta que entonces se hacía una arquitectura desarticulada. Y en esta situación.. Bueno me estoy metiendo con mi experiencia, que puede ser interesante, pero yo quería hablar de la belleza. Después paso a la belleza, termino esto rápidamente...
En esta situación, tuve... O sea, Dios me ha llevado a través de una serie de encuentros Tuve un acontecimiento que me marcó. Yo tenía un estudio con una serie de artistas, escultores, pintores, etc., intentábamos integrar, hacer un arte integral, poniendo para ello en comunicación a arquitectos, escultores, pintores, etc., Era un estudio cerca de la Plaza de España. Cuando una vez en Navidad fui a mi casa, con mis padres, a pasar la Navidad con ellos, me encontré que la cocinera, la mujer del servicio que tenía mi casa (mis padres estaban bien situados), me la encontré llorando en la cocina en la noche de Nochebuena. Era una mujer casada, mayor ya, y yo le dije: “¿qué le sucede?”. Una tragedia, su casa, su marido era un borracho alcoholizado, quería matar a su hijo. La policía le iba a meter en la cárcel. Una tragedia terrible. Y me dijo: “por favor si...” Entonces yo intenté ayudarle. Fui a donde vivía. Y vivía en una barraca horrible, una casa espantosa llena de niños pequeños. Conocí a su marido que era cojo. Entonces yo me lo llevé a cursillos de cristiandad a este señor, a este alcoholizado, a un cursillo que daba yo de profesor. El hombre se quedó impresionado oyéndome hablar de Cristo, etc. Pero como sabéis un alcoholizado... Después de 15 días empezó a beber y volvieron los follones en casa. Total que esta pobre mujer me llamaba por teléfono porque el único que podía resolverlo era yo, porque al único que escuchaba este hombre, después de que me hubiera visto en cursillos, era a mí. Iba yo allí a pacificar la cosa y me pregunté “no será que Dios quiere que me venga a vivir con esta familia para que este hombre pueda rehacer su vida y deje de beber, etc”.
Así que dicho y hecho. Dejé mi estudio, dejé todo y me fui a vivir allí con esa familia. Me acuerdo que vivían allí en un cuchitril. En la cocina había cuatro gatos. Pero en aquel lugar tuve un encuentro sorprendente. Me encontré con el sufrimiento de los inocentes. Yo, como existencialista, discípulo de Sartre, había leído mucho. Allí me encontré con una mujer enferma de Parkinson, que pedía limosna por la calle y que fue abandonada por su marido; otra persona que había sido violentado a los no sé cuanto… O sea, una cantidad de gente, un sustrato social profundo, lleno de gente que estaba en la miseria más terrible y marcada por lo pecados de otros, que llevaban una cruz. Allí, entre este sufrimiento, entre esta gente marcada por pecados de otros, encontré a Cristo crucificado. Y fue para mí una cosa tan grande que después me tocó irme a África para hacer el servicio militar como alférez provisional en la prácticas. Y cuando volví dije: “si mañana viene Cristo en la segunda venida me gustaría que me encontrara a los pies de Cristo crucificado hoy en el mundo”. Entonces me di cuenta de que Dios me estaba llamando a esto, y no me dejaba vivir, me estaba llamando a esto. Al final una asistente social me dijo que en Palomeras Altas había una barraca que acababan de abandonar: “dale una patada a la puerta y métete allí”. Era un lugar lleno de quinquis, de gitanos… Acababa de hacer Franco las UVAS, Unidades Vecinales de Absorción. Habían tirado muchísimas barracas. Estaba la UVA de Vallecas, la UVA de Canillejas, tantas UVAS. Estos eran lugares que quedaban como bolsas de miseria donde había gitanos y gente de todo tipo. Entonces decidí meterme allí. Yo me fui para las barracas no para enseñar a leer, aunque eran todos analfabetos, no para hacer ninguna obra social, sino para ponerme a los pies de Cristo crucificado.
Hay una presencia de Cristo en la Eucaristía, pero también hay una presencia de Cristo enorme en el sufrimiento humano. Por eso fui con una actitud completamente distinta. Yo no iba allí patenalísticamente a enseñar nada, ni a dar nada. Iba a recibir, iba a ponerme en contemplación. Quizá parecerá absurdo esto. Quizá alguno pueda decir “buah”. Pero para mí fue muy importante ir con esta actitud. Así que me metí en aquella barraca con la Biblia, una guitarra. Había allí un catre en el suelo, un colchón, una mesa, estaba lleno de ratas, hacía muchísimo frío. Era una barraca llena de agujeros y hacía muchísimo frío, venían muchos perros que vivían conmigo y me daban calor.
Después allí conocí a Carmen. Ella iba a Bolivia, a Oruro, a una misión entre los mineros de Oruro. Ella había hablado con el arzobispo Manrique al que conoció en Israel. Entonces ella buscaba un equipo para esta misión y a través de su hermana, la hermana de Carmen, me conoció a mi, y entonces pensó que yo podía ser un buen colaborador para este grupo de Oruro. Entonces ella se cogió otra barraca a un kilómetro, en una zona llena de quinquis y allí se hizo ella una barraca con una amiga, pensando en convencerme para irme a Oruro.
Esto ha sido cómo Dios me llevó un poco, si queréis, a las barracas. Yo pensaba esto de ponerme a los pies de Cristo... Después allí, por ejemplo, rápidamente, en las barracas, un gitano que había al lado llamó a la puerta y entró. Entonces se preguntaban quién era yo. Yo llevaba barba. Unos decían que había hecho una promesa, otros que era un protestante porque llevaba siempre la Biblia. Mi hablar era distinto del de ellos. No sabían responder qué hacía yo allí y quién era yo. Pero poco a poco comenzaron a venir los gitanos con la guitarra y a cantar allí. Pronto me pidieron (porque yo tenía la cruz), me obligaron a hablar de Jesucristo. Pero yo les decía que no sabía hablar de Jesucristo. Me di cuenta rápidamente que todos los rollos de cursillos no servían para gente que era completamente analfabeta, como los gitanos, y que tienen una forma de aproximación a la realidad completamente distinta de nosotros. En cuanto hablas tres conceptos... no te escuchan.
Dios me llevó a un lugar dónde, como en un laboratorio, había que encontrar una síntesis teológico-catequética, que serán los orígenes del Camino Neocatecumenal. Pero yo no vengo hoy a hablar del Camino Neocatecumenal, aunque sí que es muy importante. Os he dicho algunas pinceladas de mi propia experiencia.
